"La infraestructura que tenemos es muy mala y es insuficiente. Solo teníamos dos líneas telefónicas a las que podían llamar los 29.000 potenciales pacientes", asegura Toñi Sevilla, administrativa en un hospital de la capital de España.
Han llegado a usar sus celulares personales para hablar con los pacientes, tal y como le cuenta a Gonzo Patricia Estevan, médico de familia: "un día me llamaron de mi compañía para informarme de un gasto de 450 euros en la factura. Finalmente me lo condonaron".
Días más tarde, recibieron varios dispositivos del centro sanitario para realizar esas llamadas, pero Patricia relata algunos de los momentos más duros a los que ha tenido que enfrentarse durante los peores meses de la pandemia.
Los aplausos de los ciudadanos a las ocho de la tarde les animaban durante los meses de confinamiento y ahora se han ido apagando y se ha generado un ambiente de crispación. Además, la falta de recursos ha hecho que no hayan podido atender a pacientes con covid-19 y con otras dolencias y enfermedades.
Sienten incomprensión por parte de sus superiores y de la Consejería de Sanidad, "un silencio atronador" y aseguran que no es fácil haber compatibilizado la lucha contra el covid-19 con una vida familiar por miedo al contagio de las personas que tienen cerca y por la responsabilidad de no poder permitirse faltar a su trabajo.